El Evangelio según Lucas enfatiza la humanidad del Señor, cuya misión era la de buscar y salvar lo que se había perdido, 19.10. En cada página nos encontramos de frente con Aquel que expresa el amor divino en "palabras de gracia" y "cosas gloriosas", 4.22, 13.17. Su corazón apasionado por el hombre caído se manifiesta tanto en hechos como en palabras. ¿Qué mente iluminada por el Espíritu puede dejar de ver que hay un sentido profundo en parábolas como las del hijo pródigo y el buen samaritano? Buscar y salvar es la obra peculiar de Jesús, y es de ésta que leemos a lo largo del Evangelio según Lucas.
Como uno que acompañaba mucho a Pablo, y de quien se dice en Colosenses 4.14 que era el "médico amado", Lucas ofrece detalles hermosos, especialmente al escribir de los milagros y gestos de compasión; por ejemplo en el relato del difunto de Naín, 7.12. Hasta el final de la narración, estamos considerando al Señor Jesús como uno que, por vida y lengua, habla en términos que podemos entender y nos traen a Dios de cerca como si fuera.
Este obrero poderoso se declara, y Lucas expone esta declaración al escribir las cosas por orden desde su origen, como dice en el 1.3. Otros habían tratado de relatar "las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas" y Lucas asumió la tarea de ordenarlas acertadamente, ya que las conocía desde el comienzo. No está dispuesto a dejarlas en forma de una tradición oral, sino que ve la necesidad de una exposición permanente e invariable de manera que Teófilo tuviera certeza al respecto.
Nosotros también hacemos bien en trazar estas cosas acertadamente. Hasta donde sepamos, Lucas es el único escritor gentil en la Biblia. Escribe en narración a otro gentil, Teófilo, y nuestro interés se profundiza a medida que nos damos cuenta de que estas buenas nuevas son dirigidas a nosotros los gentiles, por cuanto Israel hizo caso omiso.